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El arte de Cancio se concreta en una especie de síntesis estilística conformada por el realismo y la idealización de personajes o temas construidos mediante el empleo de elementos cubistas y del arte gótico.
ALERÍA | ||
ARCADIO CANCIO "Una realidad que surge de lo más profundo de la persona" por Armando Álvarez Bravo | ||
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La afirmación es lapidaria. Surgió en una conversación en que se discutía el arte cubano actual. En ella participaban dos distinguidos creadores cubanos. Uno le dijo al otro: «Hay artistas que hacen su obra para el MOMA, el Museo de Arte Moderno de Nueva York». El otro no discutió ese juicio. Sin lugar a dudas, este fin de siglo es prolífico en inéditas versiones de la creación plástica. En el conjunto de esa creación pueden hallarse genuinos y valiosos aportes. Pero también mucha de esa obra es superficial, mediocre, y tendrá vigencia mientras duren las corrientes de la moda y los intereses que la alientan. El pintor cubano Arcadio Cancio no pinta para el MOMA. Es algo que jamás se ha planteado. Le basta ser capaz de adentrarse en un repertorio de imágenes que inevitablemente son un viaje al pasado.... Las obras de Cancio figuran un medio y unos personajes en una realidad cubana cuya gravitación fue arrasada. Son casi siempre interiores en que las figuras se desplazan o se inmovilizan en un ambiente barroco. Este se encuentra dominado por los vitrales, las rejas, los adornos, los objetos y los muebles trabajados en un complaciente exceso de detalles. Son obras en que el intenso colorido que proyectan los cerrados interiores y los vistosos objetos, trata de establecer la sombra amable que resguarda de las violencias de la luz exterior. En su espacio, ocupado siempre por mujeres, se desenvuelven historias secretas. Esas historias pueden ser tan amargas como maravillosas. Todas están escritas con la tinta del paso del tiempo. Ese ambiente esencialmente cubano, quizás fuera mejor decir históricamente cubano, debe asimilarse desde el prisma de la belleza. Esta es patrimonio en que lo externo sólo es reflejo de unos sentimientos interiorizados. «La realidad que viene a mi pintura es una realidad que surge desde lo más profundo de la persona», dice el artista. «Tiene que ver con el mundo cotidiano de la casa, los postigos, los muebles, las mamparas, pero vistos desde dentro. En esta colección, hasta cuando pinto la ciudad, lo hago desde dentro» Cancio, de 60 años, manifiesta desconocer si el espíritu de su obra tiene que ver con sus recuerdos o con la violencia que vio en sus años formativos, y lo llevó a refugiarse en sí mismo. El cuadro Meditación es un buen ejemplo de ese enclaustramiento físico y espiritual. En una sala oscurecida hay dos mujeres que miran hacia lo alto, como si no supiesen lo que desciende sobre ellas. Sus rostros reflejan el dolor de un miedo contenido, pero también el triste reconocimiento de lo inevitable. La mujer del primer plano llora silenciosa. «Si es verdad que uno se pinta a si mismo, el haber pasado tanto en Cuba, de la que salí al exilio en 1968, tiene que aparecer en la obra», manifiesta el expositor. «Pero no me considero triste. A veces, las lágrimas que pongo, no son lágrimas, son un elemento de embellecimiento». La expresión de la belleza es esencial para el artista. Trata de plasmarla. Por eso siempre pinta mujeres. Encuentra en ellas la posibilidad de captar ritmo, delicadeza, magia, sueño y carnalidad. Una mañana de Domingo, en el que ha pintado a cinco mujeres, patentiza esa búsqueda de la belleza. A diferencia del dramatismo de otras de sus mujeres, éstas desprenden un sentido de paz y armonía, una calma que exalta su belleza física y espiritual. El uso apasionado del color, que en esta colección se intensifica; la sensualidad y el barroquismo ambiental; la carga emocional y estética que dominan estas obras sitúan al pintor graduado en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, en la esfera de la llamada «Escuela de La Habana», con toda la pintura que ya se reconoce como lo clásico contemporáneo. «A veces dicen que mi quehacer tiene una tangencia con la producción de los maestros de la plástica cubana del siglo XX», dice Cancio. «Admiro a Carlos Enríquez, Portocarrero, y a otros grandes de esa pléyade. Pero a su vez, pienso que a estas alturas me he adentrado mucho en la vibración del Greco. Lo que quiere decir que hallo mi camino propio. Quizás elaboro la temática de una singular escuela, pero lo hago a mi manera». En la elaboración de ese modo, Cancio ha incorporado firmas de estilo propias. Una de las más evidentes son los pájaros que inserta en sus cuadros. Están vivos, muertos, muriéndose, jugando, derrochan vida. Pero, subliminalmente, son un símbolo de libertad personal y estética. El Jardín, un cuadro que desborda elementos y que está dominado por los rostros de una mujer y un hombre, una silla y un pájaro envueltos por una densa vegetación que tiene mucho de vitral, es un excelente ejemplo del modo de hacer del artista. Revela que sigue componiendo de forma clásica, como le enseñaron en San Alejandro. Casi siempre creando la figura desde lo triangular o del rombo. También descubre elementos destilados del surrealismo y del cubismo, esencialmente picassianos, y de las poéticas de los maestros de la Escuela de La Habana. Por otra parte, es una pintura que cuenta una historia, aunque sea por alusiones. «Quizás mis cuadros cuenten la historia de mis anhelos, de lo que hubiera vivido en el ayer que fue arrasado», manifiesta el artista. «Quizás lo que quiero contar es que rechazo las cosas de hoy y deseo volver al ayer. Pero mi obra es pintura. Sólo eso». Finalmente, la pintura de Cancio es un ejercicio de desarraigo que el creador quisiera que rompiera las barreras nacionales. Y aquí quizás la contradicción de esta obra. Uno de los sueños del expositor es poder pintar en Cuba. «La conexión que tiene mi pintura con Cuba es definitiva» afirma Cancio. «Yo me siento muy cubano y siento, dondequiera que me encuentre, que estoy en un lugar extraño. Pintar dentro de Cuba es pintar en otra luz. Acaso eso llevaria un cambio grande en mi trabajo». No puede dudarse de esa posibilidad. Pero tampoco puede imaginarse la producción del artista sin sus mujeres, sus pájaros, sus densos y cuajados interiores, su carácter dramático que persigue la belleza o se colma en ella. Mucho menos pueden pensarse cambios en las claves de su paleta. Los azules, los sienas para expresar reclusión, intimidad y reposo. Los amarillos como vibración luminosa de la ciudad. Los rosados como latidos de la sensualidad.
ARCADIO CANCIO UN CLÁSICO ROMÁNTICO EN EL EXILIO CUBANO por Myrna Currás
Arcadio Cancio nació en Cuba y hoy vive en Miami, en el exilio. Es un artista que trabaja la temática cubana con mucha independencia, solamente la de sus recuerdos, añoranzas y deseos internos; es la única dependencia que podemos ver en sus trabajos, y esto la hace conducir a otra dimensión, con una finalidad y un punto definido de destino. Es el último de los exponentes de la antigua escuela cubana en Miami, de la cual contamos también con los ya conocidos maestros Cundo y Mijares. Es una escuela explícita y decisiva, son clásicos y románticos, dos palabras adecuadas para definir esta obra ya que sería una inconsecuencia separarlas. Es una obra con objetivos bien definidos y uno de ellos es el de agradar, no sólo por la figuración sino también por el colorido. Además de poder representar su idea principal, todas con la continuidad a través de sus cuadros de las costumbres de su pueblo, contribuye a un enriquecimiento extendido de una cultura que gracias a pintores como él, logran hacer que traspasen fronteras y nuevas generaciones conozcan sobre sus orígenes. Así sus obras cumplen el ideal propuesto. Arcadio Cancio nos hace partícipe de sus impresiones personales, de lo que ha vivido desde niño y las experiencias que toda esa vida artística ha conllevado, excita en nosotros esa deleitación que duplica el goce de la realidad. Nos sentimos seducidos, transportados y eso es realmente todo lo que desea el artista. Para Arcadio es importante representar el arte teniendo en cuenta el principio y la razón de ser del mismo arte como tal, dentro de un contexto estético, deduciendo que sus obras no pueden subsistir fuera de la verdad y la justicia, que uniendo lo ideal con la razón, su ley impositiva es el respeto a las costumbres. Cancio es un ser humano sencillo, descomplicado, suave y ecuánime, también su obra lo es ya que adquieren sus cuadros las mismas características que su creador. Expondré ahora algunos datos de la entrevista que hicimos. Son interesantes sus respuestas, y aún nos ilustra mucho más sobre su persona y el arte que realiza. -Arcadio, cuéntanos cómo empezaste como artista. -Todos los niños pintan, con el tiempo algunos dejan de pintar y otros continúan; de éstos algunos, por diferentes problemas, dejan un día de pintar, pero otros siguen venciendo dificultades, porque encuentran que es una necesidad, una forma de expresarse. Lo que Ortega y Gasset afirmaba: «que la vocación es el imperativo de lo que cada cual siente que tiene que ser». Así a los 12 años asistí a un curso de dibujo en el Liceum de Guanabacoa, la ciudad en la que nací. A los 13 formé parte de la fundación de la escuela elemental de Artes Plásticas Concha Ferrat, un año después ingresaba en la escuela de Bellas Artes de San Alejandro. -Háblanos de tu pintura. -Mi pintura está dentro de la línea del modernismo, es figurativa, tiene elementos surrealistas. Soy un pintor de la memoria, plasmo en el cuadro mis recuerdos de las casas coloniales barrocas, recuerdos de la casa de mi abuela. Es por ello que algunos críticos me colocan en la línea de la llamada Escuela de la Habana. He tratado de crear un lenguaje o un estilo particular, personal de la figura humana. En mi obra pinto preferentemente la figura femenina, es más decorativa, más plástica, más bella, más interesante. Las pinto de cuerpos, cuellos y manos alargadas, con senos verticales, desnudos góticos. Estudio a los antiguos maestros, los manierismos de El Greco, esa torción dinámica de Miguel Angelo en lo que él llamaba figura «serpentina». Trato de crear una atmósfera de tranquilidad en que mi obra no sea ofensiva ni de mal gusto, que resalte la belleza del dibujo, del color, que dé placer. Como dice el maestro Fernando Botero: «Esta es mi pintura, si me preguntas cómo la califico, pues la califico como pintura». Así, sólo pintura, ya que creo que el pintor debe pintar desde dentro de sí mismo.
(Tomado de «Arte al día» Internacional. No. 75.Julio 1999)
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Mijares a los 80
Todo aniversario brinda la oportunidad de revisar la definición y valoración de una persona o un hecho e intentar arrojar una nueva versión sobre ellos, la circunstancia en que se cumplen y su trascendencia. Este es el caso, al llegar a su 80 aniversario, de José María Mijares, uno de los maestros de la pintura cubana y una figura protagónica de su historia, por su condición de figura imprescindible en y de la definición y entrada en la contemporaneidad de esa plástica.
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Esa perspectiva, desde el implícito reconocimiento que conlleva, contribuye a fijar valores y es, a su vez, una contribución a la inteligencia de su quehacer en su momento, en su actualidad y hacia su siempre.
José María Mijares
El Nuevo Herald
Es indudable que el protagonismo internacional de la plástica cubana ha alcanzado en las dos últimas décadas su nivel mayor. Para muchos ese nivel es insólito, a pesar del protagonismo mayor en que se inscribe, el del arte latinoamericano. Y no se trata de una cuestión de calidades, que sobran a la plástica cubana, sino de una confluencia de singulares y hasta excepcionales circunstancias.
Las raíces de ese protagonismo son, básicamente --desde el hecho de que la creación de los artistas cubanos a fines de los años 50 gozaba de una impresionante nómina y un no menos copioso y acabado inventario de imágenes y zonas y posibilidades de desarrollo-- la toma del poder por el totalitarismo castrista, con su trágico saldo de exilio, represión y censura, que afectó todo tipo de empresa creativa e intelectual en libertad.
También el hecho de que el exilio reivindicó como signo de identidad --y hasta si se quiere, en cuántos casos, el que nuestra plástica deviniera un símbolo de status-- esa plástica cuando sus posibilidades económicas se lo permitieron.
No menos que el gran mercado internacional del arte y, en mucho las subastas internacionales de ese arte, descubrieron el disparate y la injusticia que marginalizaban al arte latinoamericano, y por ende al cubano, y se volcaron sobre ese mercado de grandes calidades disparando de manera incesante sus precios.
A todo ello debe agregarse que el régimen habanero manipuló y manipula --independientemente del valor intrínseco de la plástica de los mayores, entre los que se cuenta Mijares, y de las nuevas generaciones formadas en su seno-- ese arte como esencial y lucrativo factor de su agenda propagandística y, sí, económica. Un hecho que determinó que muchos nuevos creadores formados en el exilio y los maestros exiliados se vieran sumidos en un nuevo y mayor plano de sombra. Que padecieran de una falta de exposición y demanda que se generaba --con el apoyo, consciente o no, de elementos comerciales, críticos y académicos internacionales-- desde los órganos de poder de La Habana.
De un tiempo a esta parte, aunque muchos de los creadores exiliados ya han entrado en los rangos superiores de demanda, reconocimiento y venta, no es menos cierto que la ``despolitización o ``apolitización del arte cubano impulsada fundamentalmente por el castrismo --de nuevo, en su beneficio--, sumada a las calidades y demanda del arte cubano en y por sí mismo, ha situado un cuerpo de obra. Situación que, por supuesto, en demasiado casos, no puede separarse de un mercado de falsificaciones, saqueo y dispersión del patrimonio artístico cubano, en que tiene una responsabilidad mayor el régimen habanero y sus cómplices.
En esos marcos se ha cumplido la trayectoria del maestro Mijares, exiliado en Estados Unidos desde 1968. Mijares es uno de los creadores que integra la lista de fundadores de la pintura moderna en Cuba, del mítico y diverso grupo que se conoce como La Escuela de La Habana. Es, probablemente, el pintor cuya obra tiene más demanda y venta en el exilio. Resulta prácticamente increíble el monto de piezas que llevan su firma. Esas diversas e inconfundible imágenes del pintor han venido a ser parte cotidiana de una definición de identidad de lo cubano.
A estas alturas de su vida, este maestro --que con junto a Cundo Bermúdez es el único sobreviviente del grupo que integró la seminal Escuela de la Habana-- tiene bien claro lo que es y lo que ha procurado y lo que constituye raíz de su vocación y labor. Lo ha precisa así en este diálogo a sus 80 años.
¿Cómo ves, cómo valoras tu creación?
Estoy contento. Creo tener una obra. La historia es la que le dará su valor. He hecho lo que he querido en la plástica. En cuanto a la venta, es buena.
¿Qué es lo que más te importa como pintor?
Sencillamente, el dibujo. Me fascina. Me preocupo mucho por la construcción del cuadro.
¿Cuáles son tus temas básicos?
He tenido muchas facetas. Las formas volumétricas que hago ahora me interesan mucho. Durante la época de ``las habaneras hice cosas importantes y creo que esto marcó una pauta. Más atrás, los grises, los empastes, el tema cubano. Las formas que trabajo actualmente son universales. En lo que concierne a mis cuadros de este tiempo, me vuelco sobre todo en el dibujo, más que en el color. El color es un pretexto, monocromático.
¿Cuál es tu valoración y concepto del color?
Es sencillamente como una iluminación del cuadro. El ``Guernica'', de Picasso, una obra del siglo pasado, está hecho en blanco y negro y es un gran cuadro. Por eso me preocupa el dibujo, porque es la construcción del cuadro.
¿Qué es para ti, qué significa la Escuela de La Habana?
Ese fue el momento más brillante de la plástica y la literatura y otras expresiones creativas, intelectuales y culturales cubanas. Los años que abarcan de los 40 a los 50. La época de René Portocarrero, Cundo Bermúdez, Mario Carreño, Luis Martínez Pedro, Amelia Peláez, Fidelio Ponce... Nosotros formamos el mercado de la plástica cubana. En Cuba sólo compraba arte la clase media, los profesionales. La burguesía cubana nunca compró cuadros. Y aquí quiero recordar a Marcelo Pogolotti como creador de la nueva pintura cubana.
¿Crees que la Escuela de La Habana tiene continuidad?
Sí. Piensa en el pintor Arcadio Cancio. Sigue la tensión y el estilo de trabajo nuestro y en su obra laten ese espíritu de trabajo e imagen nuestra.
¿Podrías nombrar a algunos pintores cubanos centrales para tí?
Lam como pintor. Sin discusión. Y Ponce. Pero se hizo un conjunto magnífico. La prueba es que están presentes. Mira el boom de nuestra pintura. Y pensado en nuestros dibujantes: Lam, Raúl Milián, Mariano Rodríguez, Luis Martínez Pedro. Y ya que hablamos del dibujo y los dibujantes
¿haces dibujos antes de pintar un cuadro?
Planteo el dibujo en el lienzo.
A estas alturas, ¿cuál consideras que es el aporte fundamental de tu generación?
El ser una generación precursora en la plástica y otras manifestaciones.
Demos un salto en el tiempo a partir de ese tiempo y circunstancia. ¿Qué es para ti pintar en el exilio?
Siempre piensas en el problema de Cuba. Pero, por encima de todo, considero mi pintura muy cubana, entre otras cosas por el color. Esa cubanía halla en el color su expresión, como la halló en Cuba.
¿Qué piensas de la pintura cubana que se cumple aquí, en el exilio?
Creo que está bien. Le interesa a la gente joven que nació aquí y la está comprando. Los pintores son magníficos. Pero no hay continuidad, sobre todo en lo conceptual.
¿Cómo valoras a tus 80 años en el marco de tu trayectoria, en el marco de la trayectoria de tu generación, la labor realizada?
Puedo sintetizarla afirmando: ¡Qué esfuerzo hicimos, levantar aquello y levantar Miami!
¿Qué es pintar?
Pintar es conquistar el blanco. Por mucha idea que tengas, siempre tienes que dominar el espacio en blanco.
¿Cómo quisieras se pensara en ti?
Como alguien que aspiró sencillamente a ser un pintor. Esa fue y es mi máxima aspiración. A los 80 años, ya lo he dicho, me siento liviano como el color, con la ligereza que tienen los azules de mis lienzos, los mismos azules del cielo que me vió nacer. Puedo decir sencillamente como Neruda que `he vivido', pero lo he hecho, como señaló otro poeta, `ligero de equipaje'. No se puede decir más a lo 80 años.